Beneficios de la siesta en la infancia




El hábito de dormir la siesta tiene grandes beneficios para los niños.

Prescindir de la siesta puede acarrear falta de sueño y agotamiento en los niños, algo que a su vez altera su descanso por la noche y propiciará la aparición de problemas como insomnio y terrores nocturnos. Recuerda que la siesta durante la infancia es fundamental, sobre todo en los tres primeros años ya que en este periodo, el niño obtiene las bases necesarias para adquirir, de forma adecuada, nuevos conocimientos y relacionarse con el mundo que le rodea. Esta pausa ayuda al cerebro a retener la información.

Durante el ciclo de sueño se modulan las funciones cardiovasculares, respiratorias y endocrinas. En la infancia, además, se regula la liberación de la hormona del crecimiento, que es esencial para el desarrollo. Por otra parte, se ha comprobado que el sueño, contribuye a la organización de la información que se ha obtenido durante la vigilia, lo que favorece la maduración del cerebro. Por lo que dormir no sólo sirve para reponer fuerzas y favorecer el crecimiento, sino que además ayuda en los procesos de aprendizaje: a fijar los nuevos conocimientos y a agudizar la memoria.

Ayuda a que no lleguen a estados exagerados de agotamiento y tengan dificultades para dormir por la noche, además se ha confirmado que la siesta reduce la hiperactividad y la ansiedad en los niños. Las horas de sueño se limitan a medida que los niños crecen: un recién nacido puede dormir de 16 a 20 horas, que se reducen a entre 10 y 13 en la etapa que comprende del año a los tres años. La siesta diaria es imprescindible en determinadas franjas horarias, y cuando las horas necesarias no se cubren, los más pequeños pueden mostrar signos evidentes de fatiga o, incluso, problemas más sutiles que afectan el comportamiento y el rendimiento escolar.

Para que un niño duerma la siesta en su primera infancia, hay que seguir una rutina tanto por las noches como al dormir la siesta durante el día. Cuando se detecten señales de sueño (estar inquieto o frotarse los ojos), hay que llevarle a la cama para que sea consciente del acto de ir a dormir y concilie el sueño por sí mismo. Generar un ambiente agradable (música suave, cuentos o canciones) puede ayudar.

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Durante los primeros cuatro o cinco años de vida, se recomienda que los niños descansen un rato después de la comida, pues esta rutina repercute positivamente en su desarrollo.




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